Del control al acompañamiento: la trampa de la sobreprotección
“La sobreprotección nace del amor, pero también del miedo. Descubre cómo cambiar el control por acompañamiento para criar con confianza y respeto.”
María Rojas-Marcos
9/21/20255 min read


Es fácil hablar de sobreprotección, es difícil hablar del miedo a que les pase algo a nuestros hijos, a que no estén preparados para lo que les está por venir. Y es desde ese amor profundo que aparece el impulso de protegerlos de todo peligro: que no se caigan, que no se equivoquen, que no sufran.
El problema es que, sin darnos cuenta, ese exceso de protección se transforma en sobreprotección, y eso en control. Que aunque nazca del cariño, es intentar restringir ese peligro, que no ocurran esas situaciones, pero sin duda no es lo que conseguimos. Ya que no podemos protegerlos de todo lo que conseguimos es transmitirle un mensaje equivocado a nuestro hijo/a:
“No puedes solo.”
“Eres torpe.”
“Necesitas que yo lo haga por ti.”
¿Por qué caemos en la trampa del control?
El control nace del miedo y la inseguridad que como padres nos cuesta gestionar, y en lugar de centrarnos en autorregularnos nos hemos encontrado intentando realmente controlar a nuestro hijo y todos los posibles peligros a los que se exponga. Al final, lo que conseguimos es que decide el Miedo, el nuestro y no nosotros, y cada vez nos cuesta más gestionarlo:
Miedo a que el niño se haga daño.
Miedo a que no sepa desenvolverse.
Miedo a equivocarnos como padres.
Sin embargo, ese miedo se disfraza de protección y, en lugar de fortalecer, debilita la confianza del niño en sí mismo. Además no le damos herramientas para gestionar esa situación, porque no las tenemos, así que es normal que le traspasemos los miedos que no hemos superado, como el miedo a equivocarnos o a pasar vergüenza...
¿Qué necesita de verdad tu hijo?
Los niños no necesitan que les protejamos de todo, crecerán y lo superaran aunque a veces duela, al igual que nosotros. Construirán la capacidad de ser duros o resilientes si ven que son capaces de caerse y levantarse, de pasarlo mal, de equivocarse y aprender. Hay tanto que no podemos controlar y de lo que necesitan aprender por su propia experiencia, que la mayoría de las veces no podemos protegerlos, sólo podemos acompañarles, enseñarles y guiarles lo mejor que podamos y darles el regalo de creer en ellos.
💡 Esto significa:
Enseñar a valorar los peligros, no a tenerles miedo.
Mostrar cómo prevenir riesgos, no a sentirse incapaces.
Dar espacio para aprender, equivocarse y levantarse, sin sentir que fallar los define.


Paso 3: Transforma el mensaje 💡
Elige una de esas situaciones y cámbiala por una frase de acompañamiento.
Ejemplos:
En lugar de “te vas a caer”, decir: “sujétate fuerte, yo estoy aquí por si necesitas ayuda.”
En lugar de “dame que no sabes”, decir: “inténtalo tú, y si quieres te muestro cómo hacerlo.”
Paso 4: Refuerza con confianza ❤️
Después de acompañar, valida el esfuerzo de tu hijo/a:
“¡Has podido hacerlo solo/a!”
“Aunque te costó, aprendiste.”
“Me encanta ver cómo lo intentas.”
Paso 5: Revisión semanal 📖
Al final de la semana, reflexiona:
¿En qué momentos solté el control?
¿Cómo reaccionó mi hijo/a?
¿Cómo me sentí yo?
✨ Ayudar a los padres a identificar momentos de control excesivo y transformarlos en oportunidades de acompañamiento y confianza.
🧩 Ejercicio práctico: “Del mando al acompañamiento”
Paso 1: Detecta el “mando” 🎮
Durante un día, observa en qué momentos sientes la necesidad de controlar a tu hijo/a.
Ejemplos:
“No subas ahí que te vas a caer.”
“Dame, que tú no sabes hacerlo.”
“Te pongo yo el abrigo, tardas demasiado.”
Apunta al menos tres situaciones.
Paso 2: Pregúntate 🤔
¿De dónde viene mi control? ¿De mi miedo o de una necesidad real de protección?
¿Qué mensaje recibe mi hijo con mi reacción?
✨ Resultado esperado: el padre/madre aprende a soltar el control progresivamente y el niño/a recibe el mensaje de que sí puede confiar en sus propias capacidades. María Rojas-Marcos
Acompañar es un equilibrio
Acompañar no es dejar hacer todo, ni tampoco sobreproteger. Es un reto encontrar el punto medio donde el adulto marca límites claros y seguros, pero siempre desde el respeto y la confianza.
No se trata de ser padres perfectos, sino de estar emocionalmente presentes: empatizar, escuchar, preguntar más que imponer, y evitar juzgar. A veces no sabremos qué decir, y está bien. Lo importante no es tener todas las respuestas, sino ofrecer presencia y comprensión.
❤️ Acompañar es decir:
“Preguntar más e imponer menos, es decirle: confío en ti.” → dejar espacio real para escuchar su opinión y cómo vive la situación.
“Estoy a tu lado si lo necesitas.” → no intentar apagar su dolor o enfado, sino mostrar que lo quieres incluso en el desacuerdo, desde límites sanos.
“Puedes equivocarte y seguir adelante.” → no buscar que te dé la razón, pero sí que respete los límites o normas establecidas.
Cuando un niño crece con este mensaje, desarrolla una base sólida de seguridad y autoestima que lo acompañará toda la vida.
El papel de los límites
Los límites no son muros ni castigos, son suelo firme. Un espacio coherente y seguro donde el niño sabe hasta dónde puede moverse, explorar y equivocarse sin miedo.
Sin límites claros, el niño se siente en el vacío, sin referencias que le orienten. Con límites rígidos o autoritarios, en cambio, siente que no hay espacio para crecer ni equivocarse.
El equilibrio está en que los límites sean:
Coherentes: que no cambien según el humor del adulto.
Previsibles: que el niño sepa qué esperar y qué se espera de él.
Respetuosos: que guíen sin ridiculizar ni humillar.
Flexibles: que se adapten a la edad, etapa de desarrollo y circunstancias.
💡 Dicho de otra forma: los límites son ese suelo seguro en el que puede apoyarse para avanzar poco a poco, ganando autonomía y confianza.
Reflexión final
Criar no es controlar ni dejar hacer sin medida, es acompañar con amor y firmeza. Los límites son ese suelo seguro donde tu hijo aprende a caminar, y tu presencia empática es el abrazo que le da confianza para intentarlo una y otra vez.
No necesitas ser un padre o una madre perfecta, sino una guía presente y coherente, que escucha más de lo que impone y que sabe que los errores son parte del aprendizaje.
✨ Al soltar el control y elegir el acompañamiento, le transmites a tu hijo el mensaje más poderoso de todos:
“Confío en ti, puedes crecer, equivocarte y seguir adelante. Yo estaré aquí.”