El Enamoramiento: Cuando la ilusión se convierte en historia- Segunda Etapa.
Descubre qué ocurre en la fase del enamoramiento, cómo influye en el vínculo y qué preguntas te ayudarán a no perderte en la ilusión.
María Rojas-Marcos
12/7/20255 min read
El comienzo de algo más que deseo
A veces el amor no empieza como tal, sino como una posibilidad. Una mirada que se cruza con otra y deja una huella. Una conversación que se alarga sin querer. Una sonrisa que aparece en medio del caos del día y, sin razón aparente, se queda contigo. En esa primera etapa, donde el cuerpo reacciona antes que la cabeza, hablamos de química: un impulso, una atracción, una activación interna que enciende algo. Pero pronto, si esa chispa encuentra espacio, empieza a crecer. Lo que era solo una sensación física comienza a organizarse en torno a una historia. Aparecen pensamientos, expectativas, preguntas, planes.
Es entonces cuando empieza lo que conocemos como fase de enamoramiento. Un momento emocionalmente intenso y altamente idealizado en el que todavía no conocemos profundamente al otro, pero ya le damos un lugar importante en nuestra mente. Ya no es solo deseo o atracción: es una ilusión que empieza a tomar forma. Esta etapa no es amor en sentido pleno, pero muchas veces se le parece. Y precisamente por eso, merece ser comprendida con detalle. Porque es hermosa, sí. Pero también frágil, proyectiva, y en ocasiones, engañosa.
Lo que realmente sucede en la etapa del enamoramiento
El enamoramiento no se limita a querer estar con alguien. Es más bien esa etapa en la que todo en torno a esa persona adquiere un significado especial. Las canciones parecen hablar de ella. Los detalles cotidianos te hacen pensar en su cara, en su voz, en su forma de mirar. Es una fase donde la emoción va por delante del juicio. Donde los días se llenan de mensajes, de miradas cómplices, de citas que se alargan sin esfuerzo. Donde el cuerpo quiere cercanía constante y la mente fantasea con futuros posibles.
Durante esta etapa, el cerebro sigue respondiendo con intensidad. Aumentan los niveles de dopamina, serotonina y oxitocina, lo cual genera una especie de euforia afectiva que refuerza el vínculo y la necesidad de contacto. Por eso se siente tan bien estar con esa persona, por eso el sexo es frecuente y cargado de sentido, y por eso las conversaciones nocturnas parecen eternas pero insuficientes. Nos sentimos vivos, vistos, deseados. Se activa el sistema de recompensa, y cada pequeña validación emocional funciona como una dosis de bienestar.
Pero lo que sentimos no siempre es un reflejo fiel de lo que hay. Lo más habitual es que en el enamoramiento veamos al otro no como realmente es, sino como deseamos que sea. Construimos una versión idealizada basada en gestos, frases y proyecciones que completamos con nuestra imaginación. Llenamos los espacios vacíos con lo que anhelamos encontrar. No mentimos. Pero tampoco vemos con claridad. Es el filtro de la ilusión el que embellece las escenas, suaviza los rasgos incómodos, y convierte cualquier coincidencia en una señal del destino.
La mejor versión de cada uno… y las primeras renuncias invisibles
Además, durante esta etapa es muy común mostrar nuestra mejor versión. Somos más generosos, más atentos, más tolerantes. Hacemos concesiones que quizá después no sostendremos. Nos volvemos un poco más flexibles, no por estrategia, sino porque nos importa más conectar que marcar límites. La fusión emocional se vuelve un objetivo compartido: queremos estar todo el rato juntos, queremos compartirlo todo, queremos contarlo todo. Y mientras esa entrega es recíproca, el mundo parece un lugar más amable.
Sin embargo, esta misma intensidad puede empezar a esconder ciertas renuncias invisibles. Muchas veces, por miedo a perder lo que aún no se ha consolidado, dejamos de expresar pequeñas molestias o inquietudes. Empezamos a adaptarnos más de la cuenta. Nos callamos, nos moldeamos, nos justificamos. Y lo hacemos con una mezcla de emoción y precaución, pensando que aún no es el momento de mostrar ciertas partes de nosotros, o que si hablamos demasiado pronto, podríamos espantar al otro. Así, poco a poco, podemos comenzar a alejarnos de nosotros mismos sin apenas notarlo.


¿Qué necesito que me confirme esta relación?
¿Estoy buscando amor, o también reconocimiento, pertenencia, validación?¿Cómo me siento cuando no tengo respuesta inmediata del otro?
¿Puedo sostener la espera desde la confianza… o me invade el miedo o la urgencia?
🔍 Este ejercicio no es para juzgar lo que sientes, sino para escucharte.
El enamoramiento es un regalo emocional, pero también es una puerta:
¿te lleva hacia ti o te aleja de ti?
Haz estas preguntas sin prisa.
Y si alguna duele, quédate un momento ahí.
Esa respuesta te está diciendo algo valioso.
📝 Ejercicio breve: ¿Desde dónde me estoy enamorando?
Tómate unos minutos para ti. Coge papel y bolígrafo, o simplemente cierra los ojos y respóndete con sinceridad:
¿Qué es lo que más me atrae de esta persona?
¿Es algo real que he podido conocer con el tiempo, o algo que espero que ocurra?¿Qué parte de mí se enciende con este vínculo?
¿Me siento más vivo, más visto, más libre… o más inseguro, más ansioso, más pequeño?¿Estoy mostrándome como soy… o estoy adaptándome para no perder?
¿He callado cosas que son importantes para mí? ¿Estoy dejando de lado alguna parte de mi esencia?
¿Desde dónde me estoy enamorando?
Y aquí entra otro matiz importante: no todo el mundo se enamora desde el mismo lugar. Hay quienes se enamoran desde la plenitud, y otros desde la carencia. Para algunas personas, el enamoramiento despierta ilusión; para otras, ansiedad. Cuando se arrastra una herida de abandono, de desvalorización o de inseguridad, es fácil que esta etapa active una necesidad urgente de validación, de confirmación constante, de sentirse elegido. Entonces el enamoramiento deja de ser una aventura emocional y se convierte en una especie de ancla psicológica. Se desea al otro, sí. Pero sobre todo se desea ser querido de una forma que compense todo lo que antes dolió.
Y eso no siempre es sostenible.
Cuando la magia no basta: el final del hechizo
El enamoramiento es intenso, pero no eterno. Su función es abrir la puerta al vínculo. Es una fase de inicio, no de consolidación. Si la relación se desarrolla, el enamoramiento debería dar paso a una etapa más realista, donde ya no sólo vemos al otro como lo imaginamos, sino como verdaderamente es. Ahí comienza la tercera fase: la exploración, donde aparecen las diferencias, las primeras tensiones, y las decisiones conscientes. Muchas relaciones no sobreviven a ese cambio porque la imagen idealizada se cae, y lo que queda no siempre encaja con la fantasía que habíamos creado.
Eso no significa que el enamoramiento sea falso. Solo que es incompleto. Nos permite acercarnos, vincularnos, abrirnos emocionalmente, pero no nos ofrece todavía toda la información que necesitamos para saber si hay compatibilidad real, si nuestros valores son compartidos, si hay espacio para crecer juntos. Es una etapa que debe vivirse con apertura, pero también con cierta lucidez. Con la capacidad de disfrutar lo que sentimos sin dejar de escucharnos por dentro.
Amarse sin dejar de ser uno mismo
Amar no es perderse en el otro, sino encontrarse también en esa relación. Por eso es tan importante observar cómo te sientes contigo mientras estás con esa persona. Si te expande o te borra. Si te calma o te enreda. Si te devuelve a ti o te obliga a actuar como alguien que no eres.
El enamoramiento, vivido con conciencia, puede ser una de las experiencias más emocionantes de la vida. Pero también puede ser una trampa afectiva si lo confundimos con amor verdadero. Porque el amor, el real, el que cuida, el que acompaña, el que sostiene, llega después. Llega cuando, después de ver al otro sin filtros, decidimos quedarnos. Y cuando, después de mostrar nuestras sombras, aún sentimos que seguimos siendo amados.
